3. Tarjeta verde.


Acababa de poner la mesa cuando escuché cómo la puerta de casa se cerraba. Era mi madre que había vuelto de trabajar. Me puse de los nervios porque tenía que contarle lo del viaje a Florencia, y no sabía cómo se lo iba a tomar. Sam y yo habíamos entregado el papel de suscripción nada más terminaron las clases sin pensárnoslo dos veces. Lo cierto es que ha sido una locura, ya que sólo he pensado en mí misma y se me había olvidado por completo la opinión de mi madre.

Hola mamá, ya está lista la cena. -estaba de pie en la cocina, nerviosa. Me coloqué el pelo por detrás de las orejas y me apoyé en la mesa para actuar con más normalidad. 

- Hola cariño. – me dio un beso en la mejilla, dejó las cosas en la cocina y echó un vistazo a la mesa. -¿espaguetis a la carbonara?, esa es mi comida favorita, algo quieres.

- No, solamente me apetecía hacerla, he imaginado que estarías muy cansada después de trabajar todo el día. -mentí con una sonrisa.

- Bueno, gracias cielo, pero a mí no me engañas. -me echó 'su mirada' y nos sentamos a cenar.

¿Qué tal el trabajo?

- Pf, ha sido un día duro, el paciente del que te hablé no ha respondido como esperábamos al trasplante de corazón y lo ha rechazado. –dijo agachando la cabeza y enrollando los espaguetis al tenedor.

- Vaya... lo siento mamá.

Mi madre trabajaba de enfermera en el hospital que estaba justo detrás de mi casa. Llevaba trabajando ahí desde hace muchos años y gracias a ella me fascina todo lo relacionado con la salud. Cuando era pequeña y pasaba días enteros allí metida, supe que me iba a gustar todo aquello y me dije a mí misma que quería ser como ella. Por ese motivo me estoy esforzando tanto en mis notas, porque necesito una puntuación alta para entrar en la universidad.

- No pasa nada, son cosas que pasan. Algunos pueden con ello y otros no. -subió y bajó los hombros con cansancio. -¿y tú que tal el instituto?

Allá vamos, tenía que decírselo quisiera o no.

Bien, he tenido una mañana distinta a las demás.

- ¿Qué te ha pasado?


-Nos ha pasado mamá, a Sam y a mí. -frunció el entrecejo preocupada.- Tranquila, no es nada malo, solo que… ha venido el jefe de estudios a comentarnos el plan de intercambio de este año, y… nos hemos presentado.

Mi madre abrió los ojos como platos y se quedó inmóvil, mirándome. El hecho de que su niña, que ya no era tan pequeña, saliese del país, e incluso de la ciudad, le aterrorizaba, era demasiado protectora conmigo. 

- ¿Que... que has hecho qué? ¿sin avisarme ni consultarme? ¿te das cuenta de lo que conlleva que hagas ese viaje? 

- Mamá, no es nada definitivo, sólo podrán ir tres personas y ya sabes que es mi sueño, y no nos costaría dinero. 

- ¿Y si Sam no va contigo? ¿y si no conoces a las personas que vayan? ¿y si te toca con una familia problemática? No, definitivamente no, no puedo dejar que te vayas, lo siento, es demasiado peligroso. 

- ¡Pero mamá!

- Ni mamá ni nada, he dicho que no irás a ese viaje. 

- ¡Es sólo un viaje para seguir estudiando allí y cumplir mi sueño, no puedes esperar que me quede aquí haciendo lo que tú quieras, ya no soy una niña, es mi vida, no la tuya, abre los ojos de una vez! –dije alterada. 

Se quedó paralizada, sin decir una palabra. Apartó su plato de la mesa y se levantó de la silla. 

- Recoge la mesa y friega los platos. No te acuestes tarde, mañana madrugas. 

Fue hacia su habitación cabizbaja y me sentí horriblemente mal por haberla gritado de esa manera. Hice exactamente lo que me dijo a excepción de que no pegué ojo en toda la noche. 


El despertador volvió a sonar más irritable de lo normal, y después de la noche pasada decidí concederme unos cinco minutos más. El problema fue que no fueron cinco, si no veinte. Di un gran salto de la cama al ver que eran las ocho menos cinco, y por supuesto, llegaba tarde. Me vestí rápidamente, cogí la mochila y fui a la cocina. Estaban todas las luces apagadas y no tenía el desayuno preparado como todas las mañanas, mi madre estaba enfadada, me había quedado claro. Sentía la duda de ir a decirle que me iba al instituto o... simplemente irme sin más, además, tampoco quería despertarla. Así que guardé las llaves de casa en el bolsillo y salí por la puerta.
Las tres primeras horas fueron más eternas de lo normal, encima no podía pensar en otra cosa que en el viaje a Florencia. Estaba claro que tan solo nos habíamos suscrito, y bueno, teníamos probabilidades de que nos cogieran, pero no había nada claro todavía. Debería haberlo consultado antes con mi madre, he sido muy egoísta ya que si me voy tres meses allí, ella se quedará completamente sola en casa.
Cuando pensé aquello, un sudor frío me recorrió la espalda.

- Sé en qué estás pensado, y sí, ha sido una locura. –Sam me miraba exactamente igual que yo a ella, con cara de culpabilidad.

- ¿Cómo se lo han tomado tus padres?

- Bueno… -decía mientras alargaba la palabra y subía un poco el tono de su voz.- podríamos decir que mejor de lo que esperaba. Les preocupa que no vayamos juntas, no pensamos en eso, ¿sabes?

- Lo sé, mi madre está igual, pero nuestras notas son lo suficientemente altas para tener probabilidades y además, similares. Pienso que si te cogen a ti, también a mí. –recogí las cosas de encima de la mesa y nos dirigimos hacia la cafetería.

- Es posible, pensé en eso cuando entregamos el papel, por eso lo hice tan convencida. Pero…

- Nos olvidamos de todo lo demás, ya. Mi madre se ha enfadado conmigo por no contar con ella en esto, pero no soy una niña pequeña, me falta poco para cumplir dieciocho años, tengo derecho a elegir qué quiero hacer con mi vida. –aquello sonó más serio de lo que esperaba.

Sam no dejaba de asentir con la cabeza. Por estos motivos es mi mejor amiga, porque no solo me entiende, si no que piensa exactamente igual que yo. Es como, mi otra yo y me encanta.

- Yo lo estuve hablando ayer por la tarde con Mig y se molestó un poco, pero me comprendió. Piensa que tan solo son tres meses, pero que aun así, le van a parecer una tortura. El lado bueno, es que tendrá más tiempo para dedicarse a los estudios, pero no sé Sofi, a pesar de que voy a echarle de menos, vale la pena…

Mientras Sam hablaba, mi mente no dejaba de decir: “Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda...” Javi.
Me había olvidado por completo de él, ¿pero cómo me podía pasar esto? ¿Cómo he podido ser tan despistada y egoísta? Se me cayó el mundo al suelo en un instante.

- Oh joder Sofía, ¿no se lo has dicho a Javi?

- No, no le he contado nada. Lo había olvidado. –dejé de caminar justo en la puerta de la cafetería y me tapé los ojos con las manos.

- Pues vas a tener que hacerlo pronto, porque no se lo vas a poder ocultar durante mucho tiempo.

- Es que si le cuento que me he inscrito sin preguntarle nada, se va a cabrear, y lo sabes. –me hizo una mirada comprensiva. Ambas sabíamos el carácter de Javi y se lo tomaba todo muy a pecho.- Estoy pensando… ¿y si no le digo nada? Tenemos probabilidades de que nos elijan, pero , ¿y si no?

- ¿Y si sí? –Sam casi me gritó con aquello.

- Si no nos eligen, no sabrá nada de esto nunca. –la mirada amenazadora de Sam ya me lo estaba diciendo todo.

- Vale vale, es una mala idea.

- Una muy mala idea. Porque si no te eligen, al final se va a enterar ya que Mig quizá ya se lo haya contado… Y si te eligen y no le cuentas nada, va a ser lo peor.

Sabía que tenía razón, pero contarle esto a Javi me daba más miedo incluso que a mi madre, y eso ya es decir. De lo que estaba segura, era que tenía que saberlo por mí misma, y no por otras personas.
Entramos a la zona de las mesas y allí estaban nuestros amigos, con la mejor cara de la semana porque por fin era viernes. Javi me miraba sonriendo mientras nos acercábamos a ellos, tenía miedo de saber cuánto tiempo iba a durar esa sonrisa.
No dije nada, le di un beso al sentarme y saqué mi almuerzo.

- ¿Qué te apetece hacer esta noche? –sacó tres papeles de colores.

- ¿Qué es eso? –le miré con curiosidad y los dejó encima de la mesa. Eran tres tarjetas de colores; roja, verde y azul.

- Como siempre me respondes que no sabes qué hacer los fines de semana, pues te doy a elegir entre estas tres opciones.

En la tarjeta roja ponía Una partida a bolos y lo que surja, luego en la verde había escrito Películas de miedo en el sofá (con palomitas por favor), y en la azul Adiós a las noches de flexo, y hola a la fiesta.
No pude evitar sacar una sonrisa como agradecimiento, pero después de lo que tenía que decirle, se me habían ido las ganas de todo.

- Mmm… -cogí la tarjeta de color verde y se la di.- Esta.

- No sé porqué, sabía que ibas a escoger esa.

- Porque es mi color favorito… ¿quizá? –me sacó la lengua y guardé las otras dos tarjetas para otro día.

- Vale, pues llegaré a tu casa sobre las nueve. –me puse un poco tensa, ya que lo mejor era que no viniese a mi casa porque así iba a enterarse sí o sí de lo que había hecho, pero no podía ponerle ninguna excusa.



- Vale, pero las palomitas las traes tú. -refunfuñó un poco, pero al fin y al cabo, se las iba a comer todas él, como siempre.


Al llegar a casa después del instituto, mi madre se había ido a trabajar, así que no iba a verla hasta la hora de cenar. No sabía muy bien como actuar ante esta situación, porque es la primera vez que nos pasa esto. 
Dediqué la mitad de la tarde a estudiar y la otra a dibujar. Dibujar siempre me ayudaba a relajarme y evadirme de todo, era como mi billete de huida, sobre todo si tenía de música de fondo a Passenger. Mi dibujo consistió en los árboles que hay justo delante de mi instituto, los que van cambiando de color a medida que pasa el día. Dibujé el árbol tres veces, y luego cada uno lo pinté dependiendo de los rayos de sol que lo iluminaran. Estaba terminando de pintar el tercer árbol con colores otoñales cuando mi madre entró por la puerta hablando con Javi. 
Salí rápido de mi habitación para ir a recibirlos, no sabía cómo estaría mi madre, pero por lo visto con Javi estaba como siempre, menos mal. 

- Hola. –les dije a los dos. 

- Hola Sofia, me voy a cenar, ya os dejo solos. 

- Tranquila mamá, no importa. –dije, pero ya se había metido en la cocina.

Javi y yo nos fuimos hacia mi habitación para ir escogiendo qué película íbamos a ver. 

- ¿Quieres de miedo o prefieres otro tema? A mi no me importa cambiar. –le dije mientras iba encendiendo el portátil.

- ¿Acaso eres una cagueta? 

- No idiota, no es la primera vez que veo una película de terror contigo.

- Ya, pero siempre terminas destrozandome la
mano de tanto apretar, vaya. –dijo mientras le hacia una mirada asesina.– Ve eligiéndola tú, que yo mientras voy a hacer las palomitas al microondas. 

Escogí una llamada La cabaña del bosque, que al final resultó ser más de risa que de miedo, ya que salían escenas tan típicas que al final te hacían gracia. Las palomitas se terminaron a los cinco minutos de empezar a verla, pero como ya dije antes, por que él sé las zampó todas. 
Cuando faltaban veinte minutos de película, mi madre llamó a la puerta.

- Chicos, me voy a la cama, mañana me toca trabajar toda la tarde y noche, así que voy a descansar. 

- ¿Mañana tienes turno de guardia? 

- Sí, así que ya te prepararás tu la comida y la cena, ya que eres lo suficientemente mayor como para apañartelas sola.– aquello no me lo esperaba, y como un reflejo, bajé la mirada sin decir nada.– En fin, buenas noches.

- Buenas noches. –respondió Javi a la vez que mi madre cerraba la puerta de la habitación.– Oye, no quiero meterme donde no me llaman pero, ¿ha pasado algo Sofi? 

- Lo cierto es que sí. –seguía sin levantar la mirada, y con nervios por todo lo cuerpo. 

- Puedes contarmelo, si quieres. –pasó su brazo por encima de mi hombro mientras me atraía hacia sí.– ¿a que se refería con lo de que puedes apañartelas tu sola? 

- Ayer le dije que ya no era una niña, que tenía derecho a escoger por mi sola. 

- ¿A escoger qué? –frunció el ceño. Creo que ya sabía a qué me estaba refiriendo. 

- Me he apuntando al intercambio con Sam.  






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